Poco, Poquito, Nada

En Zaragoza hay pocos taxis, poquísimos. Al llegar a la estación, la escasez de los mismos me obligó a caminar cargado con la maleta y la guitarra unos 20 minutos bajo el sol del mediodía aragonés hasta llegar al hotel, u hostal, mejor dicho. El hostal, tenía pocas estrellas, poquísimas, ninguna me atrevería a decir. Y al entrar a la odorizada habitación (me refiero al aroma a cigarrillo y encierro, no al de la lavanda o pinos del bosque) comencé a sospechar que este alojamiento era utilizado, por la zona en que se encuentra, repleta de bares y tugurios, con fines, digamos, non sanctos, por lo que decidí aplicar una política de estadía mínima y me fui sin dilación.

La primera parada era la Radio FM La Granja, una estación comunitaria cuyo programa Música Ligera a cargo de dos encantadoras zaragozanas, me había invitado a promocionar el concierto de anoche. Obviamente, ningún taxímetro a la vista y otra larga caminata por regiones poco transitadas y turísticas de la ciudad me depositó sudado y extenuado (no se olviden que cargaba la guitarra y merchandising para la noche) en la mismísima estación radial. Luego de una amena charla con las chichis, quienes me regalaron además una linda botella de vino, me fui presto, ahora sí en taxi (finalmente) hasta la radio Aragón, una estación de las grandes de la zona, para finalmente recaer en La Lata de Bombillas a probar sonido.

Siendo ya las 10 y media de la noche, llegó la hora de empezar el concierto. En ese momento éramos, pocos, poquísimos. De todos modos superábamos por más del doble a la concurrencia barcelonesa y con el correr de los minutos y canciones, la afluencia de púiblico se hizo mayor, terminando, ya en modo rockola humana, con un aforo más que decente. Al concluír el set, se me acercó una chica y me dijo: "Hola, yo soy Marta, la amiga de Eva". Tardé unos segundos en caer que se trataba de LA Marta, ¡esa Marta! Le di un abrazo y quedamos en convocar a Guille y los demás a un cónclave Zaragozano en el futuro cercano. ¡Dios mío, lo que hemos vivido!

Siguiendo con mi política de estancia mínima en el "hotel", me fui a dormir lo más tarde posible (teniendo en cuenta que hoy me espera un viaje largo y todavía restan dos conciertos para terminar la gira), no obstante lo cual (Pappo sic), a eso de las 4 de la madrugada mis vecinos de arriba y de al lado del cuarto comenzaron con sendas prácticas amatorias, confirmando así mis sospechas anteriores. Con la sensación de estar encerrado en una moledora de hielo (cuanta pasión, gente!) traté de concicliar el sueño infructuosamente. Después de unos buenos tres cuartos de hora de matraca, las parejitas decidieron darse una ducha, por lo que, si no me fallan los cálculos, me habré reconciliado con Morfeo a las 5 de la madrugada.

Claro que la política de estadía mínima estaba funcionando a pleno cuando a las 9 en punto abrí los ojos para no volver a pegarlos más. Ducha mediante, no me iba a resignar a irme de Zaragoza sin recorrerla al menos un poco, por lo que raudo subí por el Paseo de la Independencia hasta llegar al casco antiguo, desayunar en el Café Real disfrutando de la vista de la Basílica del Pilar, bajando luego por la Muralla Romana hasta finalmente llegar al hotel a recoger las cosas y partir, con mucho, muchísimo sueño, y poca energía, poquísima, casi nada.